¡Ay, Roma! ¡Mi Roma! ¿Cómo puede ser que el corazón de la capital esté sufriendo tanto? La verdad es que me duele el alma ver cómo la Roma se está hundiendo bajo el mando de Ivan Juric. ¡Y no me callo más!
Antonio Cassano, nuestro ídolo, nuestro «enfant terrible,» ha soltado la bomba. No se ha andado con rodeos, ha dicho lo que todos los romanistas pensamos: «El rendimiento de la Roma es una basura completa.» ¡Y tiene razón! Excepto por ese primer partido contra el Udinese, ¿qué más hemos visto? ¡Juric, por favor, dime qué ves en esta Roma!
No es solo un partido, no es una derrota. Es una sensación, una falta de alma, de pasión, de esa garra romana que siempre nos ha caracterizado. ¡Es como si la Roma hubiera perdido su identidad!
Cassano, con su corazón romano a flor de piel, clama por un cambio. ¡Y no cualquier cambio! ¡Mancini! ¡Ese es el nombre que grita Cassano! ¡Un entrenador ganador, un maestro del fútbol italiano, que sabe cómo inspirar a un equipo!
Pero no se equivoquen, Cassano no está solo en su furia. ¡No se puede aceptar que la Roma se convierta en un equipo cualquiera! ¡No podemos permitir que la gloria de nuestra historia se desvanezca!
Cassano también apunta a la directiva. ¡A los directivos! ¡Esos que han tomado decisiones desastrosas y ahora deben pagar las consecuencias! ¡No podemos seguir tolerando que la Roma sea un trampolín para la mediocridad!
¡Roma no merece esto! ¡Necesitamos un entrenador que nos devuelva la pasión, la fuerza, la gloria! ¡Un entrenador que nos haga soñar con la gloria otra vez! ¡Un entrenador que nos haga sentir orgullosos de ser romanistas!
¡Juric, fuera! ¡Mancini, adelante! ¡Y que Dios ayude a la Roma!
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