El corazón de Inter se congeló en el Olímpico. El partido contra Roma apenas comenzaba cuando un grito de dolor resonó en el campo. Hakan Calhanoglu, el cerebro de la escuadra nerazzurri, se derrumbó sobre el césped, víctima de un cruel destino que parece ensañarse con el club.
En el minuto 7, el turco sintió un pinchazo en su muslo derecho. Intentó seguir jugando, pero la expresión de sufrimiento en su rostro lo delató. Nicolò Barella, con la intuición de un líder, se percató de la situación y alertó a Simone Inzaghi, quien, con el corazón en la garganta, preparó a Davide Frattesi para entrar en acción.
Calhanoglu, con lágrimas en los ojos, abandonó el campo en el minuto 12, sujetando su muslo derecho con visible dolor. Las caras de los compañeros, llenas de preocupación, reflejaban la gravedad del momento. Su ausencia es un golpe devastador para Inter, que ya se enfrentaba a una crisis en el mediocampo.
Piotr Zielinski, por una lesión en el flexor, y Kristjan Asllani, por una fuerte contusión, ya se encontraban fuera de combate. Inzaghi, con una mente calculadora, había previsto la posibilidad de la ausencia de Calhanoglu y había ensayado a Barella en una posición más retrasada, como un plan de contingencia. Pero la realidad es que el panorama se ha vuelto oscuro.
Y como si el destino quisiera ensañarse aún más con Inter, Francesco Acerbi también abandonó el campo debido a una lesión, dejando a la defensa nerazzurri en estado de vulnerabilidad. ¡Un golpe tras otro!
Inzaghi ahora debe recurrir a su ingenio para encontrar soluciones. La batalla contra Roma, ya de por sí complicada, se ha convertido en una batalla por la supervivencia. Inter, con su alma herida, deberá demostrar su capacidad de lucha y resistencia para superar este difícil momento.
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