Génova, italia – La despedida de Alberto Gilardino del banquillo del Génova no ha sido un camino de rosas. un adiós agridulce, marcado por una victoria a domicilio y un empate, que, pese al sabor amargo de la destitución, reflejan la complejidad y la belleza dramática del calcio. Su entrevista con gazzetta dello Sport nos abre una ventana íntima a su paso por el club, un relato tejido con los hilos de la táctica, la pasión y una conexión inquebrantable con la afición.
Gilardino, con la honestidad que lo pinta de cuerpo entero, arranca relatando su experiencia con Albert Gudmundsson. No se trata solo de un jugador más,sino de un proyecto transformador con todas las letras: “Cuando llegué,apenas contaba para el equipo. Para él, modifiqué el esquema táctico, laburando para que dejara de ser ‘solo un extremo’ y darle libertad absoluta en el último tercio del campo rival, permitiendo un crecimiento continuo.” Un cambio táctico, fe ciega en el potencial, un ejemplo perfecto del ojo clínico y la capacidad de adaptación que definen su filosofía en el verde.
Esa adaptabilidad es, según Gilardino, la piedra angular en el football moderno: “En el fútbol actual, para un entrenador, la palabra adaptación es fundamental. No siempre es posible plasmar el juego que uno desea o construir el equipo ideal para triunfar.” Una afirmación que trasciende lo meramente táctico, revelando una comprensión profunda de la naturaleza cambiante y exigente del juego.Sus principios, eso sí, permanecen como roca inamovible: “Un equipo mío puede jugar de mil maneras, pero el sacrificio, el espíritu y la humildad son innegociables.” Una declaración contundente, que resume su ética y su visión del deporte rey.
Pero Génova no es solo táctica, ¡es puro sentimiento! La conexión entre Gilardino, el equipo y la afición fue, sencillamente, épica: “Se creó una química increíble entre los tifosi y el equipo. Éramos uno solo. A veces estos son meros clichés, pero no esta vez: los 35.000 aficionados del Ferraris, jóvenes, viejos, hombres, mujeres, niños, eran, sin duda, nuestro jugador número 12 en el campo.” Una declaración que nos teletransporta a la pasión vibrante del estadio, el rugido ensordecedor de la grada, la comunión visceral entre jugadores y público. Un recuerdo imborrable,sin duda.
Su despido, sin embargo, fue una estocada que dolió: “Lamento sinceramente que me hayan despedido después de una victoria fuera de casa y un empate, justo cuando estábamos recuperando jugadores clave y comenzábamos a ver la luz al final del túnel.” Un trago amargo, sin duda, pero que no eclipsa la grandeza de su legado en Génova.
El futuro, para Gilardino, es un lienzo en blanco esperando ser pintado con mil colores: “Espero volver para hacerlo aún mejor que antes. No me considero alguien que ya llegó a la meta; sigo aprendiendo, creciendo día a día. Seguramente cometeré otros errores, aunque espero que no sean los mismos. De lo que pueden estar seguros es que mi compromiso y dedicación serán siempre al máximo nivel.” Un testimonio de humildad y resiliencia que inspira. Un entrenador que aprende de cada experiencia, que busca superarse, y que volverá aún más fuerte.
Para ponerle la guinda al pastel, se anima a predecir un podio de la Serie A coronado por Nápoles, Inter y Atalanta. Además,confía ciegamente en la supervivencia del Génova bajo su nueva batuta. Y concluye con un sentimiento que resonará en el alma de cada tifoso: “Entre los muchísimos aficionados del Génova, siempre podrán contar con Alberto Gilardino.”
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